Los ilongotes del norte de Luzón, Filipinas, también tienen perros, pero se perdería mucho en la traducción si simplemente decimos que el nombre ilongote para un perro es atu y nada más. La mayor parte de lo que supondríamos sobre las relaciones humano-perro sería malinterpretado. Por ejemplo, los ilongotes consideran importante aclarar que, a diferencia de algunos de sus vecinos, ellos no se comen a los perros. El simple pensamiento les desagrada. Los perros ilongotes se usan en la caza y son escuálidos, pero fuertes; impropio de otros animales domésticos (excepto los cerdos), a los perros se les da comida preparada, por lo general patatas dulces y verduras. Los ilongotes consideran a los perros como animales útiles, no como mascotas. En un accidente de caza, por ejemplo, un hombre acuchilló la cabeza de su perro. Regresó a casa llorando de ira y frustración; estaba enojado por la dificultad de reemplazar a su perro, no porque le tuviera cariño. Sin embargo, en otra ocasión un lechoncito enfermo hizo que su dueño llorara, lo arrullara, lo mimara y le hablara con ternura. A este respecto, nuestra noción de mascotas se aplica mejor a las relaciones de los ilongotes con sus lechoncitos, no con los perros. No obstante, el término bilek se aplica no sólo a las mascotas (lechoncitos, no cachorritos), sino también a las plantas de la casa y a los juguetes de los niños (Rosaldo, 1989: 36).
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